sábado, 23 de marzo de 2013

Contra el odio, amor:




El día jueves, casas de estudio de todo el país decidimos marchar desde Plaza Venezuela hasta la sede del Consejo Nacional Electoral para exigir garantías electorales para un proceso libre, justo y transparente. Lamentablemente, grupos oficialistas trancaron nuestro paso, equipados con armas blancas y de fuego, pero sobretodo, armados de odio, de rencor y de rechazo. En esa marcha, 8 compañeros resultamos heridos, en este relato intentaré narrar los hechos desde mi perspectiva, buscando dar mi mensaje a todo el que me lea, un mensaje de tolerancia, de paz y de amor hacia Venezuela y hacia todos los venezolanos, pues estoy convencido de que eso es lo que necesita mi país.


Salimos desde mi universidad, la Universidad Católica Andrés Bello, a eso de las 10:00AM un grupo de 35 ucabistas. Si algo he aprendido en estos dos años en esa casa de las ideas, es que no basta con la excelencia, hay que tener un compromiso hacia la sociedad, y ser el cambio que uno desea ver en el mundo. A mis compañeros, los que estuvieron conmigo y los que no, les digo; esta es la lucha, la lucha de todos por el país que queremos. No retrocedan, no desmayen y no se callen nunca. Alzen su voz, sean el motor de esperanza que requiere el país, necesitamos de todos para lograr este cambio.



Llegamos a Plaza Venezuela, con una gran movilización de más de 500 personas, con un espíritu de esperanza, amor y felicidad por el trabajo que estábamos realizando en la plataforma de Operación Soberanía. A ellos, un grupo de estudiantes idealistas que como yo están convencidos de que este país se tiene que cambiar con el ejemplo y con la lucha pacífica, mis mas sinceros agradecimientos y apoyo incondicional.



Recuerdo que se escuchaba la canción de los estudiantes y mi corazón y el de mi novia Lourdes se llenaba de orgullo y de honor por ser parte de esta historia, la historia de construcción de nuestro país. Al acercarnos aproximadamente a 5 cuadras del CNE, vimos como un piquete de la Guardia Nacional Bolivariana detenía a un grupo de personas afectas al gobierno que gritaban consignas de odio y rechazo hacia nuestra protesta. Un grupo de compañeros nos pusimos en la primera fila entre la guardia y los oficialistas, alzando nuestras manos en señal de paz. Entre ese grupo nos encontrabamos mi novia y yo.



En ese instante, al escuchar a los oficialistas lo que decían, y ver sus caras manchadas de odio, sospechamos que el problema que existe hoy en día en Venezuela no es solo que eliminen las captahuellas o gane un candidato determinado, el problema es que se ha sembrado una desunión tan marcada entre dos sectores de la población, que la convivencia se hace imposible. Cuando empezaron a lanzarnos escombros y botellas nuestra sospecha se confirmó.



Culpo al expresidente Hugo Chávez, culpo a su discurso, culpo a su odio que se ha propagado como un virus maldito en los corazones de muchos venezolanos, oficialistas y opositores. Aún estoy atónito de que alguien se sienta orgulloso de insultar o herir a un ciudadano que comparte tu misma bandera, tu mismo escudo y tu mismo himno, y que ambos comparten el mismo amor por esta tierra. Eso no puede seguir así, hay que cambiar. Hacia ese objetivo debe estar dirigida nuestra lucha.



Para aquél momento la GNB ya había dispersado al grupo oficialista y estos se habían retirado, y uno de nuestros compañeros nos informaba que los rectores del CNE iban a bajar hasta donde nosotros nos encontrabamos para recibir el documento con nuestros reclamos. Habíamos triunfado, el objetivo se había cumplido. En ese instante, el curso de los acontecimientos sucedió muy rápido, alguien gritó: ¡CORRAN! Mi novia salió hacia un lado con un compañero y yo hacia otro solo, y en ese momento sentí un impacto como de una gran roca justo al lado del ojo y vi como caía un chorro de sangre hacia mis manos.



Llegó alguien que era paramedico, me vendo el ojo, mientras muchas personas tomaban fotos y repudiaban el hecho, otro compañero llegó a cargarme y a decirme que nos fueramos, yo le dije que no me iba sin mi novia. En ese momento, ella llegó, me miró, gritó mi nombre y se le trancó la respiración. Eso dolió más que cualquier piedra o botella. Intenté decirle que estaba bien pero fue inútil, se desmayó en los brazos de otro compañero. Le pedí que se la llevara, que la cuidará mientras yo no podía, y ambos se resguardaron en el estacionamiento de un edificio del lugar.



Para ese momento, teníamos oficialistas a todos lados de la avenida, y a la GNB tratando de dispersarlos mientras ellos lanzaban botellas, piedras y palos en llamas. Cada vez más odio, cada vez más rencor. Era imposible salir. Intenté buscar a un compañero conocido del equipo de la UCAB con el que pudiera quedarme, alguien me dijo que uno de ellos estaba en el centro, donde se encontraban los medios de comunicación. Allí declaré lo que ahora escribo. Que uno va a protestar pacíficamente y siempre te reciben con agresión, pero que la lucha continúa.



Agradezco a los efectivos de la GNB que me llevaron a mi y al compañero que me acompañaba desde allí hasta salud chacao, donde fui antendido. Lo sorprendente fue que para salir tuvimos que pasar por donde se encontraban algunos chavistas, y a pesar de que me encontraba herido, nos golpearon y nos lanzaron objetos, sin importarles nada. Dementes de tanto odio que los carcome.



Llegamos aproximadame a las 4 de la tarde, fui atendido después en una clínica, y a las 10 de la noche estaba saliendo de allí con 30 puntos de hilo corto y una hemorragia ocular interna. Afortunadamente no daño mi visión. Lo más difícil había pasado, ahora a recuperarme.



Cuando empecé a ver mi foto en los medios de comunicación y a oír mis declaraciones  empezaron a llamarme para entrevistarme, entonces pensé; ¿Qué digo? ¿Como respondo a lo que me sucedió?. Lo más común era llamarlos locos, malandros y escoria. Pero después pensé; ¿Qué haría el expresidente Chávez? Tengo que hacer exactamente lo opuesto. Y así lo hice, y es mi mensaje y mi convicción hoy. Contra el rencor, amor.



Siento un profundo amor por esta tierra que me vió nacer, quiero que mis hijos nazcan y crezcan aquí y que amen a Venezuela tanto o más de lo que yo lo hago. Y para que eso se cumpla, hay que transformar ese odio en amor, ese rencor en tolerancia y esa agresión en paz. No culpo a quiénes me hicieron esto, ellos son producto de algo que no entienden, que no planearon. A ellos les digo, los perdono. Ustedes como yo, somos venezolanos, ya basta de tanto odio, respondamos con paz. ¿Tenemos visiones de país distinta? Claramente, pero, ¿Podemos llegar a un acuerdo del que todos salgamos beneficiados? Por supuesto que sí. Defendamos la democracia, la justicia y la paz por la que pelearon nuestros libertadores. Seamos libres de pensamiento y acción, y demostremosle a quienes están hoy arriba que somos mejores que ellos, que somos el país que queremos. Porque al final de todo este cuento, todos somos hermanos venezolanos, y hay que empezar a actuar como tal.



Algún día veremos a un oficialista y a un opositor no ser oficialista u opositor, ser venezolanos. Ese día mi lucha estará completa. Mientras tanto, la lucha continúa.

Carlos Vargas

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